UNA MAMÁ PRIMERIZA QUE VIVE LEJOS DE SU PAÍS



Hoy cumplo 1 año de que me mudé a Estados Unidos. Recuerdo muy bien el día antes de venirnos para acá, no fue nada fácil pues ocurrieron mil y un cosas que nos complicaron el viaje.

La noche antes del viaje aún estaba guardando cosas de nuestra vieja casa, terminando de meter otras a la maleta, ordenando papeles, preparando las jaulas de los perros. Como verán, no nos caracterizamos por ser muy organizados.

Esa noche mis papás y hermana me estuvieron ayudando con todos esos detalles mientras mi esposo se encargaba de otros más. La verdad que no sé qué hubiera hecho sin la ayuda de ellos en todo ese proceso. Como mi esposo viajó antes para buscar casa, yo estuve sola en México por 4 semanas arreglando todo. Así que entre eso y el embarazo pasé por momentos muy estresantes. 

El último día en mi casa cuando por fin terminamos con los pendientes, llegó el momento de despedirme de mi familia. No lloré frente a ellos, no sé si fue el cansancio o la adrenalina, me despedí abrazándolos tranquila; mi hermana si lloró y nunca voy a olvidar ver a mi papá a lo lejos diciendo adiós y limpiándose una lagrimita. 

Para completar el cuadro, de nuestros 3 perros sólo pudimos traernos a las 2 perras. Nuestro perro Bruno, una cruza de pitbull, tardó un mes más en llegar con nosotros pues las aerolíneas consideran peligrosa su raza y fue mucho trabajo el fabricarle una jaula con las características que nos exigían. Así que imagínense, una embarazada con las hormonas a todo lo que da, dejando a uno de sus hijos perros atrás. Y ni les platico cómo me sentí cuando tuve que dejar a las perras en sus jaulas en el aeropuerto.

Nuestro viaje fue algo caótico también: de camino al aeropuerto falló el carro donde nos llevaban, pero al final logramos llegar. Tuvimos una escala y en el segundo vuelo duramos detenidos creo que casi 3 horas por el mal clima. Todo ese tiempo sentados en el avión, después de estar viajando todo el día, con la preocupación de que mis 2 perritas estaban en el área de equipaje y quizás estaban asustadas. 
Para cuando por fin llegamos a nuestro destino ya era la 1:00 am. Al recoger mis maletas sólo apareció una, duramos 1 hora en encontrar la otra. No sabíamos si nos podrían entregar a las perras, pero afortunadamente el lugar de entrega no cerraba y pudimos tenerlas con nosotros. Para cuando las vi no pude evitar llorar en el camino por todo el estrés que sentí.

Cuando llegamos a nuestra nueva casa las perras y yo estábamos algo desorientadas, caminamos por toda la casa dando vueltas, creo que entramos al mismo cuarto varias veces pero sentíamos que no  habíamos pasado por ahí. Esa noche todo era muy raro.

Ha pasado 1 año desde ese día y parece como si hubiera sido ayer.

No ha sido fácil, ser mamá primeriza sin conocer a nadie aquí es pesado. No tengo a mis papás para ayudarnos de vez en cuando a cuidar a Leo (muero por tener una salida de novios sólo mi esposo y yo! jaja); no tengo aún una tribu de amigas tan necesaria para una nueva mamá. De vez en cuando platico con mis amigas por Whatsapp, pero las ocupaciones de cada una y la diferencia de horas hacen todo un acontecimiento que logremos comunicarnos seguido.

No puedo evitar sentir envidia cuando miro en Facebook cada fin de semana que todo mundo publica las fotos de fiestas con sus amigos y familia.

Me encantaría que mi hijo pudiera ver a sus abuelos seguido, esta última vez que fuimos a México me sentí muy feliz de ver a mi mamá y papá disfrutando a su nieto; ver a mi hermana haciendo reír a su sobrino.

Extraño los tacos de carne asada, las salsas, las papitas con chile del amor, los dulces enchilosos.

Disculpen el post tan melancólico, no estoy triste, sólo que quise compartir aquí esta parte de mi cambio de vida. Si ustedes están cerca de sus familiares sólo puedo decirles que lo disfruten mucho, pasen con ellos cada oportunidad que tengan.

Y no crean que todo es nostalgia. Este cambio obviamente también ha traído muchas cosas buenas. Si siguiéramos viviendo en México yo hubiera tenido que seguir trabajando, así que esto me dio la oportunidad de cuidar a mi bebé todo el tiempo y disfrutar verlo crecer en estos meses. El estar lejos de todo mundo me hizo estar más segura de mí misma en esto de la maternidad, ya que he hecho las cosas a mi propia manera y me ha permitido seguir más mi instinto. Esto me ha unido más a mi esposo, pues aquí solo nos tenemos el uno al otro y a nuestro bebé. Me permitió encontrar algo que no sabía que me gustaba: escribir. Tengo la oportunidad de llevar a mi hijo a conocer lugares muy bonitos y me encanta la idea de que crecerá viendo cosas muy diferentes de las que yo pude ver de niña.

Ha sido una experiencia que junto con el hecho de ser mamá me ha hecho crecer y sentirme más fuerte de lo que pensé que era. 

Voy a disfrutar todo lo que pueda cada visita que tenga a México y valoraré mucho más a mi familia, pero también agradeceré la nueva oportunidad que se nos presentó y el rumbo que ha tomado mi vida.

Alguna de ustedes vive lejos de su familia? Cómo lo han llevado?




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