27 HORAS DE TRABAJO DE PARTO




Les voy a contar una historia, la historia de cómo viví las 27 horas más intensas, largas, cansadas y de incertidumbre de mi vida. La historia de cómo traje a mi bebé al mundo.

Antes de empezar quiero aclarar algo, si eres una nueva mamá que está esperando a su primer bebé o que estás a punto de tenerlo contigo, no te tomes muy en serio lo que aquí les platico. Cada mujer y parto son diferentes, lo que quizás para mí fue muy pesado para otra no lo será, quizás a ti te toque estornudar y pum! sale tu bebé fácilmente. Así que futura mamá, no te pongas nerviosa si lees esto, yo estaba muy nerviosa los días previos al nacimiento de mi bebé y al final me di cuenta de que fue algo que pude superar, nuestro cuerpo está hecho para eso, así que no tengas miedo.

Ahora sí, continuando con la historia. Todo comenzó el miércoles 16 de noviembre cuando fuimos a mi última visita con la ginecóloga. Estaba cumpliendo mi semana 41 y estaba cansada, ya quería que llegara el día. La doctora me revisó y nos dijo que me inducirían el parto para el siguiente domingo, a lo cual yo sólo sonreí, pensé: por fin!

Me preguntó que si quería podía hacer una maniobra para intentar que las cosas comenzaran, se refería a quitar el tapón mucoso. Nos dijo que no era seguro que funcionara, pero podía ayudar. Acepté y me fui de su consultorio pensando que el siguiente domingo conocería por fin a mi bebé.

Ese mismo miércoles en la tarde salió un poquito de secreción o moco transparente, nada para poner demasiada atención y sin contracciones. Pero de todas formas les avisé a mi esposo, mi mamá y mi hermana para que se fueran mentalizando de que las cosas quizás comenzaban.

Para el jueves ya comenzó a salir mucha más secreción cada que iba al baño, sin contracciones aún, pero ya era algo que me puso un tanto nerviosa, esto ya se miraba cada vez más real. Les dije a todos que ahora sí las cosas iban poniéndose interesantes.

En mi mente ilusa tenía planeado que el viernes iríamos al zoológico de la ciudad para ver el primer día en que llenan el lugar entero con luces de navidad, todos los árboles se llenan de foquitos de colores para comenzar con esa bonita temporada. Hasta mi hermana me decía que no alcanzaría pues Leo llegaría en cualquier momento, pero yo seguía creyendo que hasta el domingo sucedería todo.

No solamente yo estaba nerviosa, el jueves mi esposo puso la base del portabebé en el carro, pero le ganaron los nervios o qué sé yo y estaba batallando mucho, se miraba apurado y sin saber muy bien qué estaba haciendo. Debo admitir que me dio un poco de gracia ver esa escena y por un momento quise decirle: ¿tú de qué estás nervioso? si yo voy a ser la que expulse un ser humano fuera de su cuerpo! Pero me detuve, él también iba a entrar a terreno desconocido.

Se hizo de noche, mi marido y yo nos fuimos a dormir para descansar un poco por si comenzaba todo. Mi mamá y hermana se quedaron despiertas un buen rato por si se nos ofrecía algo.

A las 12:00 am aproximadamente del viernes 18 de noviembre comencé con la sensación de cólicos, empezaban mis contracciones. Eran dolores que yo ya conocía, incómodos pero nada del otro mundo. Estuve atenta a la duración y frecuencia y cuando sentí que ya me estaba doliendo un poco más, desperté a mi esposo para que comenzara a medir la duración de cada contracción y saber cuándo debíamos ir a hospital (benditos cursos prenatales que nos orientaron bastante).

Creo que a mi marido lo desperté como a las 3:00 am, estuvimos dormitando, yo dormía un poquito pero despertaba por el dolor. Así seguimos como hasta las 6:30 am que ya tenía dolor más fuerte y la duración entre cada contracción ya nos indicaba que fuéramos al hospital; además, al ir al baño tuve un sangrado súper leve, pero como mamá primeriza me asusté y quise correr al hospital (después supe que un sangrado así es normal y que era indicio de que las cosas llevaban su curso).

Durante el camino al hospital ya iba con bastante molestia, nada exagerado pero ya lo sentía. Recuerdo perfectamente que cuando llegamos a la puerta del hospital nos recibió un señor que le indicó a mi esposo donde debía estacionarse y al verme bajar del carro me preguntó si quería una silla de ruedas. La verdad si podía seguir caminando, pero yo quería entrar en silla de ruedas al hospital, quería ser como esas mujeres embarazadas de las películas, quería aprovechar el momento.

Y gracias a Dios que acepté la silla! El hospital es inmenso y tardamos muchísimo en encontrar el área de maternidad, con las contracciones que llevaba no hubiera logrado caminar tanto.

Cuando llegué llevaba 4 centímetros de dilatación, mi ginecóloga dió indicaciones por teléfono de que me podían ingresar. Me puse mi bata con ayuda de mi esposo y me instalaron en un cuarto enorme donde recibiría a mi bebé. Había un sillón a un lado de mi cama donde estuvo mi esposo y otro más alejadito, donde estuvieron mi mamá y hermana.

Pensé que al estar acostada descansaría un poco, pero para nada pasó eso, habían comenzado las contracciones y no iba a poder descansar ya.

Las enfermeras estuvieron entrando y saliendo, los médicos residentes me revisaban, se presentaban con nosotros, se oía el latido del corazón de mi bebé por el monitor que tenía pegado a mi panza y las contracciones aumentaban.

Me molestaba que todos platicaban mientras yo tenía dolor o que ni se les ocurriera reírse, no sé por qué reaccioné así pero yo sólo decía "sssssshhhhhh!!!". Las respiraciones me mantenían concentrada y me ayudaron a canalizar el dolor, a pasar cada contracción poco a poco sin desesperarme. 

En mi mente pensaba: este dolor es como un cólico! puedo con esto! Pero mi cara y el hecho de que estaba sudando literalmente a chorros decían lo contrario (parecía como una caricatura, cuando el personaje no paran de tirar gotas enormes de sudor).

Le pedía a mi esposo y hermana que me apretaran la mano o el pie para que me doliera y me distrajera del dolor de la contracción. Ellos me miraban con cara de que me estaban lastimando, pero a la vez ayudaba un poco.

Miraba moverse las manecillas del reloj tan lentamente, el día estaba durando demasiado para mí y no dilataba mucho, además no había comido nada! me mantuve con gelatinas y frozen yogurt durante todo ese día.

Hubo un momento en que mi esposo me dijo durante una contracción que lo viera a los ojos, yo le respondí que ya lo estaba haciendo, pero no, después me dijo que mis ojos se iban hacia arriba, la verdad pensé que me iba a desmayar, pero aguanté. Iba a llorar pero no me lo permití, no por hacerme la valiente, sino que sentí que no me serviría de nada, sólo me iba a desesperar y no podría parar de llorar.

Y la desesperación llegó cuando escuché al fondo que alguien dijo que ya podían ponerme la epidural, ahí sentí que todo se iluminó, casi pude oír ángeles cantar. Pero tardaron mucho en llegar con la bendita epidural, al menos eso sentí. No miraba que llegaran y comencé a decirle a mi esposo que preguntara, ya por favor!!

Nunca voy a saber cuánto tardaron, pero se me hizo eterno. Y al fin llegó uno de los momentos que me ponían nerviosa, ponerme la epidural mientras tenía contracciones. La verdad el doctor hizo un excelente trabajo porque no logré quedarme completamente quieta, mi esposo creo que estaba igual de nervioso que yo, estaba a un lado mío pero creo que estaba algo impresionado. Terminé agarrándome de las manos de mi enfermera que nos transmitía calma y seguridad, no dejaba de decir lo asombrosa que era y que estaba haciendo un buen trabajo.

Y por fin, después de 20 horas con contracciones llegó la epidural. La amé! fue mi mejor amiga en ese momento y no la cambio por nada. Por fin llegó la calma y pude descansar. Comencé con unos pequeños temblores como de frío, pero no me importaba, ya por fin no sentía dolor (la enfermera nos confirmó que eso era un efecto normal de la epidural).

Cuando entraron de nuevo al cuarto mi mamá y hermana, me dijeron que había vuelto a ser la Rebecca de siempre. Creo que antes de la epidural era algo parecido a una escena del exorcista.

Así siguieron pasando las horas y no terminaba de dilatar, todos dormíamos un poco hasta que entraban a revisarme para ver cómo iba. En un punto, casi al final, parecía que los doctores ya estaban comenzando a considerar la cesárea, estaban monitoreando muy de cerca a mi bebé. Ahí creí que me iba a desesperar, pensé: ¿pasé todo esto para tener que atravesar también por el quirófano? La cesárea me ponía muy nerviosa, mis respetos para las mamás que tuvieron una.

Pero casi sin darme cuenta mi enfermera favorita me revisó y me dijo que ya era momento de pujar, llegué a los 10 cm de dilatación. En menos de 1 minuto llegaron muchísimos doctores, era demasiada gente la que entró y le pidieron a mi mamá y hermana que salieran, sólo mi esposo se quedaba.

Ahí comencé a sentir nervios, me preocupaba que no pudiera pujar porque si no podía sentir mis piernas, cómo sabría si estaba pujando?

La enfermera me explicó lo que debía hacer y debo admitir que entendí todo al 100% porque yo ya lo había practicado, ir a cursos prenatales me dio mucho más control de la situación, realmente le entendí porque ya sabía a lo que se refería, ya sabía lo que tenía que hacer.

Me preguntaron si quería un espejo para ver la acción pero preferí que mejor no, quería conservar el misterio, sentí que me iba a poner más nerviosa.

No sé exactamente cuánto tarde, pero mi esposo dijo que Leo nació muy rápido, todo mundo me decía que lo hice muy bien.

Y a las 3:16 am del sábado 19 de noviembre nació mi Leo. Voy a admitir algo, cuando lo vi se me hizo raro, todo arrugado, llorando, con mucho pelo por todo el cuerpo, no se parecía ni a mi esposo ni a mí, no se me hizo bonito mi cría! jajaja lo tengo que admitir. Pero ahora es el bebé más guapo del mundo y el que diga lo contrario se las verá conmigo.

Lo limpiaron un poco y le pusieron unas vacunas, inmediatamente lo pusieron en mi pecho piel con piel, no paraba de llorar hasta que comencé a hablarle y al oír mi voz se calmó, era la voz que él conocía desde hace meses.

La enfermera me ayudó a pegarlo a mi pecho para comenzar a darle de comer y así estuvimos juntos por un buen rato.

Después se lo llevaron para hacerle algunos estudios si no mal recuerdo, la verdad esa parte la tengo medio nebulosa, yo estaba tan cansada, había hecho el esfuerzo de mi vida.

Esta foto es de cuando por fin pude probar alimento, una ensalada césar que me supo a gloria. Mi alma ya estaba tranquila, ya no me dolía nada. Necesitaba mucho dormir y descansar.

Ya tenía por fin a mi bebé conmigo.

Cuéntenme, cuánto tiempo duró su parto? Fue cesárea o natural?

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